Volver a literatura
Volver a literatura

Estanterías y más estanterías se extienden ocupando este lugar. Los libros, acumulando capas de polvo y antiguas telarañas, reposan sobre ellas. ¿Qué conocimientos se guardarán en la biblioteca de la posada? ¿Cuantos sabios habrán vertido su sabiduría sobre las amarillentas páginas de estos libros centenarios?


Cementerios de Madrid

"Nuestras vidas son los r�os
que van a dar en la mar
que es el morir:
all� van los se�or�os
derechos a se acabar
e consumir,
all� los r�os cabdales,
all� los otros medianos
e m�s chicos,
allegados son iguales
los que biven por sus manos
e los ricos."

Jorge Manrique "Coplas a la Muerte de su Padre"

Historia de los cementerios

Todos lo sabemos y hasta los poetas lo plasman en sus obras: la muerte es lo �nico que a todos nos iguala, pero al igual que en vida, en la muerte siguen existiendo las clases. De este modo los nobles se enterraban en impresionantes panteones o ad eternum en hermosos sepulcros de m�rmol en el interior de las iglesias o monasterios. Sin olvidarnos de los m�s afortunados que alcanzaban el privilegio de fijar su eterna morada en el interior de las catedrales (asegur�ndose as� un lugar en el Para�so, al haber sido inhumados en tierra Santa). Pero las clases medias ten�an que conformarse con una sepultura en el suelo de las iglesias bajo una losa de piedra, mientras que las clases m�s bajas eran enterradas en los cementerios al aire libre situados junto a las peque�as iglesias parroquiales. Los m�s desfavorecidos (pobres, mendigos e indigentes) que fallec�an en hermandades y hospitales encontraban su eterno descanso en los cementerios de dichas instituciones.

Un caso aparte son las muertes en circunstancias "especiales". A los suicidas se les sol�a enterrar en la parte norte de los cementerios, a la sombra de la iglesia donde no se colocaban otras tumbas, por ser la zona m�s fr�a y desagradable; y a los criminales ajusticiados se le enterraba (o dejaban expuesto el cad�ver para dar ejemplo) en las encrucijadas de los caminos para evitar que el alma atormentada encontrara el camino de regreso al pueblo (pr�ctica que ocasionalmente tambi�n se aplicaba a los suicidas). Los ni�os nonatos o neonatos no bautizados tambi�n ten�an su lugar especial lejos del resto de los difuntos.

La costumbre de enterrar a los difuntos dentro de las iglesias comenz�, en Espa�a, en el siglo XIII y dur� hasta el siglo XIX. Antes las inhumaciones se hac�an en las necr�polis situadas fuera de las poblaciones, pero todos deseaban reposar cerca de las reliquias de los Santos, porque as�, con su proximidad a los ojos de Dios, participar�an de alg�n modo de la santidad de M�rtires y Santos. Tambi�n se cre�a que era �til que los sepulcros estuvieran en la iglesia a la vista de los fieles y as�, �stos, al ver las sepulturas de sus familiares difuntos, se acordar�an de los ellos para incluirlos en sus plegarias.

Pero esta costumbre planteaba un importante problema: �C�mo se pod�a enterrar durante siglos a tan elevado n�mero de personas en el espacio tan limitado y reducido de una iglesia?. Y la respuesta es tan l�gica como macabra: efectuando la denominada "monda de cuerpos". Dicha operaci�n consist�a en exhumar los cad�veres (al cabo de cierto tiempo) y separar los huesos (que se depositaban en el osario del templo) de la carne putrefacta, la cual se mezclaba con la tierra de la tumba para que terminara su descomposici�n y poder volver a enterrar en el mismo lugar al cabo de relativamente poco tiempo. Estas practicas eran muy desagradables (por los f�tidos hedores que durante ella se produc�an y que se extend�an por toda la iglesia) adem�s constituir un problema de insalubridad que se agudizaban en las zonas del fondo de las iglesias a causa del aumento demogr�fico, pues es donde se daba sepultura a los pobres y a los ni�os. Y aunque hab�a otras causas para las epidemias, la iglesia se convert�a tambi�n en un lugar propicio para su propagaci�n.

En marzo de 1781 una terrible epidemia de peste asol� Espa�a, comenzando, al parecer, en Guip�zcoa, en la parroquia de Pasajes, a causa del elevado n�mero de cad�veres enterrados. Seg�n las cr�nicas de la �poca, hubo 83 muertes a causa del hedor intolerable que exhalaba la iglesia por la enorme cantidad de cad�veres sepultados all�, y que hizo necesario cerrar sus puertas y desmontar el tejado para proporcionarles ventilaci�n. Este fue el detonante que hizo que Carlos III promulgara la Real C�dula de 3 de abril de 1787 por la que se prohib�a el enterramiento en las iglesias y restablec�a el uso de cementerios al aire libre (habiendo creado el a�o anterior, para probar, los cementerios de los Reales Sitios de El Pardo y La Granja).

Pero ni con la indulgencia plenaria de 80 d�as que conced�a el Arzobispo de Toledo (Francisco Antonio Lorenzana) a los que asistieran a los enterramientos en los nuevos cementerios, ni asegurando que la resurrecci�n de los difuntos all� enterrados seria igual que la de los que reposaban en las iglesias se consigui� que el pueblo aceptara esta ley. Se volvi� a intentar (de nuevo sin �xito) en 1799, y fue en 1804 cuando nuevas epidemias que provocaron una masiva mortandad obligaron a tomar medidas dr�sticas. As� se proyectaron cuatro camposantos municipales (uno en cada punto cardinal) en los alrededores de Madrid (pagando para ello el Ayuntamiento 400.000 reales de los fondos municipales). Por Real Decreto de 4 de marzo de 1808, se prohibi� el enterramiento en las iglesias.

Finalmente solo se construyeron dos de los cuatro proyectados, llamados Cementerios Generales del Norte (en 1811) y del Sur (en 1809). Y aunque la medida segu�a sin agradar a la poblaci�n, las cofrad�as Sacramentales que, por orden del Papa P�o V, exist�an en todas las parroquias Cristianas, salieron al paso, creando peque�os cementerios para sus cofrades, que posteriormente se fueron ampliando. La primera fue la Sacramental de San Isidro, conocida tambi�n como de San Pedro, San Andr�s y �nimas Benditas. As�, los cementerios de las Sacramentales fueron cuidados y ampliados mientras que los municipales se descuidaron y quedaron parcialmente abandonados, ya que nunca hab�an sido del agrado de la Iglesia. Estos cementerios se construyeron por todo Madrid. Cuatro en la zona de Arapiles (General del Norte, San Gin�s y San Luis, Patriarcal y San Mart�n, m�s al norte), dos m�s junto a la calle M�ndez �lvaro (San Nicol�s y San Sebasti�n) y otro cruzando el Puente de Toledo (Cementerio General del Sur). El ensanche de Carlos Mar�a Castro de mediados del siglo XIX ya preve�a la desaparici�n de los situados en M�ndez �lvaro (para ampliar el barrio de Delicias) y en 1884, al mismo tiempo que se inaugura la Necr�polis del Este o Cementerio de la Almudena, el ministro Francisco Romero Robledo ordena el cierre de todos los cementerios sacramentales (solo permaneci� el de San Mart�n, que sigui� funcionando con normalidad hasta principios del siglo XX).

El cierre de estos camposantos origino una serie de l�gubres descampados llenos de sepulturas y panteones olvidados en los alrededores de la glorieta de Quevedo. Incluso, en 1994, en las obras de un colector para el aparcamiento de la plaza del Conde del Valle de Suchil, se encontr� una galer�a de ladrillo, piedra y cal (con unas dimensiones de 3,5 metros de alto por 1,20 de ancho y a 12 metros de profundidad) con unos 650 esqueletos humanos. En el primer momento se pens� que era una fosa com�n de la guerra civil, pero pronto se comprob� que era el osario del desaparecido cementerio de la Sacramental de San Gin�s y San Luis. Hoy en d�a existen en Madrid veinte cementerios y aunque se desconoce cual puede ser el m�s antiguo, en una olvidada l�pida del cementerio del antiguo pueblo de Vallecas se puede leer una inscripci�n que data de 1750, siendo de esta misma �poca son los de Carabanchel y Fuencarral. El camposanto m�s antiguo de dentro de la ciudad es el de San Isidro, de 1811 y el m�s moderno, el del Sur de 1976.

Tambi�n es interesante se�alar que en Madrid se sabe que existi� al menos un cementerio visigodo, una necr�polis del siglo VI descubierta en el actual barrio de Valdeacederas durante la d�cada de 1930 por el hallazgo de diversos objetos visigodos como broches, hebillas y una f�bula. Igualmente hubo un cementerio musulm�n en la zona de la plaza de la Cebada, aunque no se conoce su ubicaci�n exacta, es posible que estuviera situado bajo el mercado de dicha plaza, a las afueras del antiguo recinto amurallado �rabe y cristiano.

Antiguos Cementerios de Madrid

Cementerio General del Norte (Cementerio de la Puerta de Fuencarral)

Cementerio General del Norte

Fue el primero en construirse y se ubicaba entre las calles de Magallanes, Fernando el Cat�lico, Rodr�guez San Pedro y la plaza del Conde del Valle de Suchil. Su autor Juan de Villanueva introdujo el sistema de nichos tomando la idea del cementerio de Lachaise (Par�s) y su construcci�n se extendi� desde 1804 hasta 1809 (las obras se interrumpieron durante la guerra de la Independencia). En su entrada principal (donde actualmente est� la calle de Magallanes) se coloc� una monumental cruz de piedra procedente del Calvario de Leganitos y que se perdi� cuando se demoli� el cementerio. En su interior se construy� una capilla neocl�sica sirvi� como parroquia y el cementerio tuvo que ampliarse en dos ocasiones. En 1837 fue enterrado en este cementerio Mariano Jos� de Larra, cuyos restos se trasladaron en 1852 al cementerio de San Nicol�s (tambi�n desparecido) y actualmente reposa en el cementerio de San Justo. Este cementerio desapareci� a principios del siglo XX y en la actualidad se levantan all� viviendas y el complejo comercial de Arapiles.


Cementerio General del Sur (Cementerio de la Puerta de Toledo)

Cementerio General del Sur

Se construy� al no poder absorber el del Norte todas las bajas de la guerra de la Independencia por orden de Jos� I. Se ubic� fuera de la Puerta de Toledo pasado el r�o entre las carreteras antiguas de Carabanchel y Getafe, en el alto de Opa�el. Se inaugur� en 1810 y en 1821 ya estaba en mal estado por su apresurada construcci�n. Se divid�a en 8 cuarteles, uno por cada parroquia de su circunscripci�n: San Lorenzo, San Pedro, San Mill�n, Santa Cruz, San Sebasti�n, San Justo y San Andr�s y el �ltimo para los Reales Hospitales. En su centro se hallaba una hermosa cruz dise�ada por Ventura Rodr�guez en 1773. El cementerio abandonado era pasto de p�jaros y perros que atacaban los restos reci�n inhumados, hasta que en 1818 se restauraron las cercas y se construyo la capilla de la que carec�a hasta el momento. Este cementerio se conoc�a como el de "los ajusticiados" pues all� acababan los ejecutados en la plaza de la Cebada, como el famoso bandolero Luis Candelas. Se ampli� varias veces y se cerr� en 1884, y a pesar de la evidente ruina en 1905, sigui� funcionando ya que no interfer�a en los planes de ampliaci�n urban�stica. Fue derribado en 1942 y los restos que all� quedaban se trasladaron al cementerio de la Almudena. Hoy en d�a su espacio esta ocupado por viviendas de nueva construcci�n y un conjunto de instalaciones deportivas separadas del cementerio Sacramental de San Lorenzo y San Jos� por una simple tapia..


Cementerio de la Sacramental de San Salvador, San Nicol�s y Hospital de la Pasi�n

Cementerio de la Sacramental de San Salvador

En 1818 se autoriza a la Sacramental del San Nicol�s la construcci�n de un cementerio. Un a�o despu�s la Sacramental de San Sebasti�n compra terrenos para construir su camposanto que se hallaba junto al de la Archicofrad�a Sacramental del Hospital de la Pasi�n. La sacramental de San Salvador, San Nicol�s de Bari y Hospital de la Pasi�n (tambi�n llamada San Nicol�s) se construyo entre 1818 y 1819 entre las calles de M�ndez �lvaro, �ncora, Bustamante y Vara de Rey, y su estructura constaba de dos patios. La inauguraci�n oficial se produce en 1825 cuando los cofrades trasladaron al camposanto los restos del fundador de la Sacramental (Jacinto S�nchez Brizuela, Comisario del Santo Oficio fallecido en 1675). En 1841 se depositan en una capilla los restos de Calder�n de la Barca (procedentes de la derribada iglesia de San Salvador situada en la calle Mayor) y posteriormente se inhumaron aqu� personajes como Espronceda (hoy en el cementerio de San Justo) o Mart�nez de la Rosa. La �ltima persona enterrada fue la actriz italiana Carolina Civilli. El "Monumento de la Libertad" erigido en 1857 que conten�a los restos de Mu�oz Torrero, Mendiz�bal y Calatrava (entre otros) se traslado al Pante�n de Hombres Ilustres (donde se encuentra hoy en d�a) cuando el cementerio se demoli� en 1912. En parte del solar que ocup� se encuentra la antigua f�brica de cervezas "El Aguila", convertida en la actualidad en el "Archivo Regional de la Comunidad de Madrid" y la "Biblioteca Regional de Madrid Joaqu�n Leguina".


Cementerio de la Sacramental de San Sebasti�n

Cementerio de la Sacramental de San Sebastián

Situado entre las calles de M�ndez �lvaro, Canarias, Vara de Rey y Ram�rez de Prado se construyo en 1821. Ten�a cuatro patios: San Sebasti�n, Nuestra Se�ora de la Concepci�n, San Pedro y San Pablo, a los que posteriormente se a�adi� uno m�s, el de San Andr�s Avelino. Hoy su solar esta ocupado por la antigua fabrica de cervezas "El Aguila" y el antiguo edificio de la "Standard El�ctrica" (que hoy en d�a est� ocupado en parte por el edificio "Alcatel" y por nuevas viviendas, pero todav�a queda parte del solar por urbanizar).


Cementerio de la Sacramental de San Gin�s y San Luis

Cementerio de la Sacramental de San Ginés y San Luis

Ubicado entre las calles de Magallanes, Fernando el Cat�lico, Vallehermoso y Donoso Cort�s. Se erigi� en 1831 y se reformo y ampli� en 1846. Seg�n cuentan, era uno de los cementerios m�s bellos por su frondoso y florido jard�n adem�s de sus pabellones porticados con columnas y su impresionante fachada. Algunos de sus ilustres moradores (entre los que se encontraban nombres como Bret�n de los Herreros o Hartzenbusch) fueron salvados por la Sociedad de Escritores y Artistas tras su clausura en 1884. Actualmente su solar est� ocupado por bloques de viviendas.


Cementerio de San Mart�n y San Ildefonso

Cementerio de San Martín y San Ildefonso

Estaba entre la avenida de Filipinas y las calles Santander, Ju�n Vig�n y Jes�s Maestro. Se construy� en 1849 para sacramental de la Archicofrad�a Sacramental de San Mart�n y San Ildefonso. Poco despu�s ya era uno de los cementerios m�s importantes y el m�s grande de la zona. Sus cuatro patios estaban dedicados a Santo Domingo, San Ildefonso, Nuestra Se�ora de la Paz y Sant�simo Cristo. Se cerr� como los dem�s en 1884 pero se sigui� enterrando all� hasta 1902, pues su ubicaci�n hizo que fuera el �ltimo en desaparecer. En 1926 se pens� mantenerlo como jard�n, derribando los nichos y conservando la capilla, adem�s de a�adir esculturas de alcaldes y fuentes ornamentales, pero este proyecto nunca vio la luz, e incluso durante la guerra civil sus nichos sirvieron de refugio. Hoy en d�a su solar esta ocupado por instalaciones deportivas y el estadio de Vallehermoso.


Cementerio de la Patriarcal

Cementerio de la Patriarcal

Se alzaba entre las calles de Joaqu�n Mar�a L�pez, Vallehermoso, Donoso Cort�s y Magallanes. Se inaugur� en 1849 promovido por la Congregaci�n del Sant�simo Cristo de la Obediencia y Hermandad Real de Palacio, y solo ten�a un patio rodeado de nichos. Entre otros, aqu� se enterr� a Hilari�n Eslava, Joaqu�n Gaztambide y los restos de los fusilados del 2 de mayo de 1808 que descansaban en el patio de la iglesia del Buen Suceso, que fueron trasladados a este cementerio cuando dicha iglesia se derrib� a mediados del siglo XIX. Aunque cerrado en 1884 no se demoli� y hasta los ni�os lo utilizaban para sus juegos siendo conocido popularmente como "el campo de las calaveras" pues hasta despu�s de la guerra civil se pod�an ver m�s all� de donde se ubica la calle Cea Bermud�z restos humanos y f�retros destrozados procedentes, probablemente, del vaciado de la fosa com�n. El Parque M�vil Ministerial se inaugura en 1952 en el lugar que ocupaba este cementerio.


Otros Cementerios

Cementerio de la Buena Dicha

Cementerio de la Buena Dicha

Pertenec�a al hospital (erigido en 1594) del mismo nombre y se situaba en su parte trasera. Su tapia daba a la actual calle Libreros y tan solo pose�a un cipr�s. All� se enterr� a Manuela Malasa�a entre otras victimas del 2 de mayo. Hospital y cementerio desparecieron en 1917 para dejar su lugar a la actual iglesia de la Buena Dicha.


Cementerio del Retiro

Cementerio del Retiro

Construido entre las calles de Alfonso XII, el paseo de Coches, el Parterre y el Campo Grande, frente al Huerto del Franc�s. En 1787 se proyecta una capilla dedicada a San Fernando para homenajear a los ca�dos en la Independencia Nacional y se construye por orden de Carlos III para dar sepultura a los h�roes de la Independencia y a los trabajadores del propio parque. Desaparece en 1874 cuando se construye el paseo de Fern�n N��ez y se ajardina su solar. En la extensi�n que ocupaba, hoy en d�a se erigen el Palacio de Cristal, el Palacio de Vel�zquez y el la estatua del �ngel Ca�do (�nico monumento en el mundo consagrado al Satan�s).

Cementerio de Chamart�n de la Rosa

Cementerio de Chamartín de la Rosa

Se enclavaba entre los actuales aparcamientos de la estaci�n de Chamart�n y el antiguo edificio de Seat. Todos los que aqu� descansaban se trasladaron a la Almudena, aunque cuando se construy� el aparcamiento las fosas (ya exhumadas) permanecieron abiertas durante a�os hasta que en 1978 se cegaron todas ellas y se construy� un campo de f�tbol.


Muchos otros peque�os camposantos existieron antes de que se retomara la costumbre de volver a construirlos fuera de la ciudad, pues las iglesias y sacramentales los ten�an junto a sus edificios. De este modo, en el cementerio de la iglesia de San Andr�s (actual plaza de San Andr�s) se enterr� a San Isidro, cuyo cuerpo incorrupto a�os despu�s se traslad� al interior de la misma.

El de la iglesia de San Sebasti�n estaba situado detr�s de la misma, donde se unen la calle Huertas y San Sebasti�n (hoy su lugar lo ocupa un comercio) fue escenario de una escena sobrecogedora, pues tras dar sepultura al cuerpo de la conocida actriz Mar�a Ignacia (llamada "la divina"), su amante el escritor Jos� Cadalso (autor de obras como Noches L�gubres o Los eruditos a la violeta) incapaz de soportar la soledad que la muerte de su amada le produjo volvi� una noche al camposanto para desenterrar su cuerpo, siendo sorprendido por la polic�a en plena acci�n, y gracias a los cuales depuso su actitud para regresar a su casa.

En la plaza del Carmen estuvo el cementerio de la desparecida iglesia de San Luis Obispo (que se encontraba en la calle Montera esquina a San Alberto donde hoy se erige un local comercial).

El camposanto de la iglesia de San Gin�s se encontraba donde hoy est� su atrio de entrada y de �l se dice que se desenterraron e incineraron muchos huesos durante el periodo de la Inquisici�n porque mucha gente estaba emparentada con jud�os a trav�s de los familiares que all� reposaban.

A principio del sigo XVII en la calle Silva hab�a un cementerio para pobres que pertenec�a a la iglesia-convento de San Mart�n.

Igualmente los hospitales ten�an tambi�n sus propios cementerios destinados a los que fallec�an en sus instalaciones y que no pod�an costarse su propia sepultura. As�, el Hospital General que se encontraba en la confluencia de la calle Atocha con la glorieta del Emperador Carlos V, ten�a su camposanto detr�s, donde actualmente se enclava en Centro Nacional Reina Sof�a (en 1990 durante unas obras de rehabilitaci�n de dicho museo se encontraros restos procedentes del osario de este cementerio).

Cementerio de la Iglesia de San Andrés
Iglesia de San Andr�s
Cementerio de la Iglesia de San Sebastián
Iglesia de San Sebasti�n
Cementerio de la Iglesia de San Luis Obispo
Iglesia de San Luis Obispo
Cementerio de la Iglesia de San Ginés
Iglesia de San Gin�s
Cementerio de la Iglesia de San Martín
Iglesia de San Mart�n
Cementerio del Hospital General
Hospital General
DISCLAIMER
Volver a la cabecera de la página
Volver a literatura
(volver a literatura)